BAD
El llego a casa cuando era un cachorro, y se hizo el dueño de ella y de nuestros corazones...
Estaba bien enseñado, ya tenía cinco años y se había convertido en un hermoso ejemplar de pelo negro y brillante, pero en el barrio le tenían miedo, y salir con él era de máxima seguridad aunque fuese de madrugada.
El se quedaba sólo en casa, y podíamos irnos tranquilos, ni lloraba, ni se enfada, cuidaba de todo y estábamos contentos con que fuese un miembro más de la familia, y un día al llegar a casa lo encontré en un rincón, aún temblaba y lloraba.
Me acerque a él y le dije... ¿Pero qué te pasa bonito mío? el entendiéndome miro hacia un rincón de una pared sin nada, su rabo permanecía entre sus patas y de nuevo lloro.
Al otro día le seguí viendo triste y cabizbajo, y le lleve al veterinario, me comento que estaba estresado, y que después del tiempo que le conocía no le dejaba ni acercarse enseñándole los dientes, asustado.
Yo no salí de casa en unos días y mejoro, no se le veía tan contento como siempre, me seguía por la casa, y cuando oía la puerta ladraba, no era el ladrido de siempre, se le notaba asustado, y pensé que en los días anteriores debería haber oído algún ruido grande en la calle, y ese era su malestar.
Pasado unos días volví a salir por la tarde, al volver le encontré tendido en su manta, me miro sin levantarse, y gemía, y yo me asuste tanto que le volví a llevar al veterinario entonces me dijo...
¿Quien le ha pegado, esta dolorido, se ve que alguien le ha dado una manta de palos? le comenté que en casa no había nadie, mi marido estaba trabajando, y mis hijos en la universidad, y nada parecía tener explicación, le acaricie, y al llegar a casa algo mejor se quedo mirando a la pared que no era más que eso, no se veía nada, ni había puertas ni ventanas cerca, sólo una blanca pared que resaltaba junto a su pelo negro y brillante.
No paso nada más en unos días, el seguía en andando con dificultad, se le veía triste, comía menos, y yo no sabía qué hacerle, paseaba con el despacio, hasta eso le costaba trabajo, y yo empecé a estar triste con él, no quería dejarle sólo, quizás era eso lo que le pasaba, que no quería que le dejase sólo en casa.
Pero hay veces que no hay más remedio, y una mañana, al volver a casa me dijo el portero... ¡Anda que vaya llanto que tiene su perro! subí con angustia a casa, y allí estaba tumbado en el suelo, sangrando, y sin poder levantarse, le cogí y me fui al veterinario, y al llegar el muy enfadado me dijo, pero quien le pega así, menuda bestia, yo le conté que le había dejado sólo porque yo había tenido que salir, le hizo unas placas y tenía varias costillas rotas, una le atravesaba un pulmón...
No ha vuelto a suceder nada más en casa, el murió a los dos días sin dejar de llorar, no supimos jamás lo que le paso, eso sí, pienso que cuando se quedaba sólo, una fuerza maligna le pegaba, y el no pudo defenderse, nada había para morderle, nada se noto jamás en mi casa que fuese para dar miedo, sólo el captó lo que nosotros no pudimos ver, y que se lo llevo a la tumba.