Trajiste a mi cantidad de sentimientos, olores olvidados, sabores conocidos, sueños ya soñados cuando éramos niñas, vivencias de nuevo revividas a tu lado, y que me hicieron volver a casa, cuando nuestra Madre era nuestra vida, y nosotros cuatro la de ella.
Volví al olor del pisto, y al sabor del arroz con leche, al sueño en el patio con olor a rosas y hierbabuena, a la blanca cal de sus paredes, y parra llena de avispas que tanto temías, y que solo te picaban a ti.
Recuerdo el otoño entre las hojas muertas de las flores, y las pisadas de los gatos que, nos hacían temer que alguien hubiese entrado en la casa por el bajo tejado, cuando los muros se comunicaban con otras gentes, que temían lo mismo que nosotros, y las noches eran de desconfianza plena.
Como recuerdo mi época de subirme al bajo tejado con mis acuarelas, a pintar la catedral, tan cercana a casa, y como mis tardes sucumbían en la cocina de matanza, mientras se filtraba el olor a caramelo de los flanes que Mamá preparaba para papá, cuando él “aparecía” y nosotros reclamábamos para saborear el azúcar que había quedado en la cuchara pegada al ser calentada.
Que diferentes se volvieron nuestras vidas, cuantos recuerdos, cuantas penas y alegrías, cuantas miradas ausentes, como deseo abrazarte hermana, sentirte bien siempre, a mi lado, soñando con los nuestros, viviendo para ellos. Te quiero hermana, te quiero vida.