LA CARTA
De niña, la casa de mi madre me parecía un lugar grande y misterioso donde vivir, la parte de atrás, donde terminaba el patio y el jardín empezaban los corrales, y donde estaba la cocina de las matanzas de cerdos, había grandes tesoros para mi imaginación, y yo deambulaba por esas habitaciones como detective de historias que yo imaginaba, y que en verdad nada era lo que yo pensaba.
En esas habitaciones había muebles viejos, si hubiese habido un desván me habría quedado encantada con tanto chisme que me hacia viajar sin moverme del sitio, los niños ya se sabe...
Entre tanto chisme viejo había un Buró, desvencijado del tiempo y el abandono, y yo me sentaba y pintaba, y era un lugar mágico y allí pasaba las horas.
Un día que se me callo el recipiente de agua donde enjuagaba mis pinceles de mis acuarelas, empecé a limpiar para que el agua no manchase unos colchones que allí reposaban en el suelo, recogí dando bandazos de aquí allí, y en la parte alta de una de las patas saltó un trozo de madera al suelo, me asuste y empecé a colocarla en su sitio de origen pero no encajaba...
Empecé a darle la vuelta de aquí allí, pero nada, parecía que esa pieza no era de ninguna parte, y pase el día tratando de colocar ese dichoso trocito de no sé dónde, y no pude, me enfade conmigo por ser tan torpe y me acosté sin poder dormir.
Por la mañana volví a insistir con el mueble, y como por obra de magia la pieza encajo no donde yo pensaba, pero si en otro lugar bien lejano de donde se había desprendido, y apreté para dejarlo bien puesto, que mi madre no notase nada y un clic hizo que algo por la parte de abajo saltase, era un cajoncito pequeño, apenas cabían unas hojas de papel bien apretadas que cayeron al suelo, las recogí y leí y así decía...
Amada mía, se que ya pasó mucho tiempo, pero deseo confesarte una cosa que hice allá por los primeros tiempos cuando te conocí y me pareciste un sueño, pero inalcanzable por mi condición humilde, tu familia regia y blasonada con siglos de historia jamás me hubiesen aceptado pero vi una posibilidad que aproveche, te cuento para que me perdones.
Tu pretendiente, ese que a tu familia ya había aceptado para marido tuyo era para mí un obstáculo, y decidí matarlo, después hice como que me lo había encontrado en el suelo con un golpe en la cabeza, y lo monte en el carro de mi señor lo acerque a su casa, yo ya sabía que estaba muerto porque horas antes espante a su caballo haciéndolo caer, y el golpe fue mortal, no tuve que rematarlo...
Después, su familia agradecidos por haberlo llevado a su casa, sus padres me abrieron sus puertas y sus corazones, y yo empecé a ser tenido en cuenta, y así pude consolarte de tan gran pérdida que supuso perderle.
El tiempo se alió conmigo, y después de unos años te enamoraste de mí y jamás has sabido como pude llegar a tu vida... Yo sí.
Hemos sido muy felices, yo sabía que tú eras mi destino, lo peor fue encontrar la forma de llegar a el, pero tuve que hacerlo, te quise desde el primer día que te vi.
Si lees esto estarás asustada, me odiarás sin duda, pero todo ha merecido la pena, he sido el hombre más feliz del mundo, tú has hecho posible ese sueño.
Ahora amada mía, te pido perdón de nuevo porque te sigo amando, y nadie te hubiese hecho tan feliz como lo hemos sido juntos.
Yo quede petrificada, y al leer el nombre pero no dije nada de la carta, pregunte a mi madre sobre nuestros antepasados pero no sabía nada de alguien que llevase ese nombre en la familia, pregunte a mis abuelos, y no hubo suerte pero ser la pariente aunque fuese lejana de un asesino no me gustaba, y así seguí investigando y nada pude saber.
Sé que la persona que debería leer esa carta no era yo, y me quedo la tranquilidad por otra parte de que "ella" se marcho de este mundo sin dudas y sin miedos, con todo su amor intacto, porque solo yo fui cómplice del asesino... en el tiempo futuro.