El no era persona de creer en nada, pero si ante situaciones extremas recurría a nombrar a la madre de Dios, como casi todos...
Era persona sin ley, sin casa, y sin sentimientos, o quizás eran tantos que jamás pude navegar entre ellos, vivía como el quería, en una anarquía, sin fronteras, ni ataduras.
Le pasaba de todo, pero parecía que nada le llegaba, ni alteraba, la vida era puro juego, y se había convertido en un ser libre y experto jugador.
Le vi pocas veces contrariado, pero me consta que su vida no era fácil, llevando siempre al hombro la bandera de la indiferencia, y dejando que la ondeara libre cualquier viento.
Tiempo atrás, cuando las libertades eran difíciles, el hablaba tomando un café de otras formas de vida, que en esos momentos no estaba bien visto, y fue a parar con sus huesos a la cárcel, y a la espera de juicio, conoció a otro soñador como el, pero este hombre era honesto y de el dependía una familia, que el recordaba de continuo entre rejas.
Hablaron de muchas cosas, y al final se cansaron de hablar y soñar con una vida mejor, mientras tanto pasaba un tiempo desesperante para ambos pero, mas para el que su familia esperaba fuera, con angustias y noches en vela, mientras el que era libre de ataduras sin reconocer dejaba pasar el tiempo, sin caer en la desesperación como su amigo de celda.
Un día mientras divagaba, decía el hombre atormentado por la suerte de su familia, haría cualquier cosa si puedo salir de aquí sin mas susto que el que ahora tengo, sin mas pensamientos que mi familia, sin mas viento que el que sople ese día sobre mi cara, entonces el compañero se le ocurrió decir… “Ir incluso hasta la ermita de la virgen de Alarcos, andando con las botas llenas de garbanzos, en pleno verano, a las horas de mas calor” seria señal que ya estaba libre, al lado de mi familia, eso seria para mi menos doloroso que estar aquí.
Sin saber por que … en dos días estaban en la calle, y las palabras que dijeron en el calabozo cobraron vida propia, la promesa fue en ese momento pura necesidad de ser cumplida, era verano y el calor apretaba, se pusieron de acuerdo para el día siguiente, ya que la ermita estaba a 13 kilómetros de la ciudad en que ambos residían, no era mucho el sacrificio después de lo que habían pasado en los días de incertidumbre allí dentro, sin saber nada de las familias, y temiendo cualquier cosa por parte del régimen…
Quedaron para salir a cumplir la promesa a las once de la mañana, con las botas llenas de garbanzos, y el calor como una gran mochila que les aprisionaba el pecho, y deshacía cada gota de sudor antes de poder caer en ninguna parte, echando andar y, dando gracias por estar libres.
El primero iba bien, sus pies no se quejaban de los garbanzos, pero si su cuerpo del calor, aunque no decía nada, el otro amigo iba andando en plena penitencia, sin saber como plantar los pies, y suspirando cada vez que cambiaba el paso, entre sudor y lagrimas, entre recuerdos y libertad que tanto había añorado cuando estaba preso, y deseando terminar los kilómetros que en pleno mediodía se iban haciendo tremendamente fatigosos y un gran suplicio para sus pies ya hinchados por el tremendo calor y los garbanzos que martirizaba su camino hacia la ermita.
Lloraba en plena libertad, sabia que todo terminaría pronto, el compañero iba tan tranquilo, el le preguntaba como podía ir tan aprisa, el otro sonreía diciendo que no era para tanto, y cumpliendo la promesa como si de un paseo se tratase, con la mirada fija en el horizonte, y la sonrisa al viento.
Después de mucho sufrimiento por parte de uno, llegaron a la ermita, allí dieron gracias por haber sido liberados, se arrodillaron y rezaron, al final felices por haber cumplido la promesa , se sentaron bajo un árbol y se quitaron las botas para refrescar los pies heridos y dolientes, uno de ellos no reconocía sus pies, hinchados y ensangrentados, entre los trozos de garbanzos incrustados entre sus llagas, que era un puro tormento arrancarlos, el otro sonriendo se quito las botas, de allí salio un puré de garbanzos, homogéneo y blandito, que para nada habían causado dolor al penitente, su amigo se quedo sorprendido al verlos y le dijo ¿pero que es lo que has hecho? El otro sonriente respondió, yo he cumplido al igual que tu la promesa, yo jamás dije como serian los garbanzos, y los he puesto cocidos, y tu has optado por ponerlo crudos, los dos hemos cumplido lo acordado, la promesa esta cumplida, y jamás hablare de esto.
Aquí se vio como el hombre de ley cumplió con ella, y el tramposo siempre lo es, no importan las circunstancias, cada uno es lo que quiere ser, cada uno es libre a su manera, (el tramposo, era mi padre)
6 comentarios:
Siempre hay una forma de contornar la ley más justa o menos justa, pero no sabemos si siguiendo ese camino vamos por el verdadero que nos llevará al que nos espera para ser juzgados.
Muy bonito, un abrazo
Pues me pareció hábil y ocurrente lo de los garbanzos guisados...
Será porque me parecen absurdas las promesas, con tanto que se puede hacer por los demás, en lugar de autolesionarse.
Un abrazo grande, Lola.
Bueno, más que de trampa, yo hablaría de ingenio.Ninguno de los dos dijo que los garbanzos deberían ser obligatoriamente crudos, por tanto es válido ponerlos cocidos...
Una historia divertida.
Saludos.
Hola Mari-Pi, el siempre fue así, engaño a todos, y al final también se engaño él. Una pena porque sin querer le quise, y después perdone todas sus promesas… Gracias amiga. Un beso.
Si Juglar, el era gracioso y atrayente para todos, menos para nosotros su familia, pero mi madre valía por los dos, aun así le eche de menos… casi siempre. Gracias por tu visita. Un beso.
Hola Jerónimo, si era él, siempre haciendo una juerga hasta de cosas serias, pero no cambio. Solo vivió su vida. Gracias por el comentario. Un abrazo.
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